Con propósito.

NOTA DEL ADMINISTRADOR-EDITOR DEL BLOG

Imagen de la cabecera: Fragmento del cuadro de Mariano Carabias: "Mi madre" (retrato de nuestra madre. AQUÍ podéis verlo en su blog)

Este blog nace enlazado al resto de mis blogs, pero quiere ser el espacio donde se ordene todo lo referente a este poemario. Iré subiendo, a medida que se produzcan y conozca, las reseñas o noticias que se generen a su alrededor. Por tanto, como es obvio, su recorrido es corto; pero no me importa.
Si alguien lee el poemario y me remite su comentario de lectura del mismo, lo subiré al blog tal cual, como una entrada más. Y esto con independencia de que tenga o no su propio blog. De algún modo pretendo que sea la página del lector.
Ya sé que es una pretensión muy elevada por mi parte, pero por soñar que no quede.
Gracias de antemano.

martes, 12 de febrero de 2013

Reseña de Anabel Consejo Pano en La Esfera Cultural


(crítica publicada en el blog de La Esfera Cultural el día 8 de febrero de 2013)
Junto a Anabel Consejo en Zaragoza, octubre de 2011. Foto
Pilar Aguarón
En este viernes de febrero en el que por fin el viento me da un respiro, me apetece hablar de las cosas que me gustan. Hablar de Amando Carabias María como persona es sencillo, es la bonhomía personificada. Hablar de su obra tampoco es difícil, al menos para mí, como tampoco resulta difícil disfrutarla. Y disfrutar un libro que es un canto al desasosiego puede parecer una contradicción, pero no lo es.
Quizá un martes de otoño es el desasosiego, la incertidumbre, el sinvivir continuo desde la primera hora del alba hasta bien entrada la noche. Es un libro circular —su título es el último verso del poemario— porque los días son una sucesión incesante de 24 horas, ciclos pequeños que se repiten como un rosario de ayes, que empieza uno cuando acaba el otro. Es el tener el corazón en un puño esperando que la enfermedad no avance, que el dolor no crezca, que los esfuerzos sean fructíferos, que la medicación haga efecto… Es la contradicción de ver cómo alguien sufre y no querer que se vaya; es el deseo de intentar devolverle a una madre algo de la vida que ella nos insufló. La agonía lenta, repetitiva acrecentada por la certeza de que no puede haber un final feliz. Para Amando, su vía crucis particular también tiene estaciones: las horas del día. Cada hora tiene su oración, su poema. El automatismo del dolor no resta gravedad a la situación, pero crea un devenir esperado de los acontecimientos y nos instala en la inercia, en la poco sorprendente rutina. A la vez, esta rutina particular, se ha de conjugar con la propia rutina personal: trabajar, comer, dormir, ver el fútbol, asquearse con la situación actual, amar, respirar… Puede ser que la mezcla de las dos rutinas ayude a ir superando el ciclo diario de la preocupación, pero Amando tiene otras armas con las que enfrentarse al cotidiano dolor: el amor, la fe y la poesía. Ya en Versos como Carne Amando vencía la injusticia con las mismas armas y, en este poemario, repite el trío invencible. En medio del dolor y la desesperanza la belleza resplandece: la belleza del amor —de pareja o maternal—, la belleza de la fe en Dios —Amor con mayúsculas— y la belleza de la poesía —cómo no, otro gran amor—. Amor, al fin y al cabo. Porque hasta cuando Amando nos habla de su pasión por el fútbol —pasión apaciguada por las circunstancias— nos habla de entrega, del esfuerzo de unos jugadores por un fin común; nos habla de la necesidad de hacerle ver a su madre que él no está preocupado pues sigue disfrutando de un partido. Qué sería del amor si no hubiera sacrificio, un sacrificio altruista, que sale de dentro sin esperar nada a cambio. El amor es el bálsamo que nos restablece cuando la noche amenaza con la temida posibilidad de que el teléfono brame y sólo los hombros de la amada alivian y alimentan las ganas de seguir respirando; o la fe en un ser supremo que nos apoya en esta vida y nos aguarda en la otra es la creencia que nos proporciona las fuerzas necesarias para volver a empezar un nuevo día con su vieja rutina.
En cuanto al aspecto formal del libro sólo puedo decir que Amando sigue manteniendo una pulcritud deliciosa a la hora de maquetar sus obras. El esmero volcado en estas páginas se transmite al tocarlo y, por supuesto, al leerlo. Y si nos adentramos en la belleza formal de su poemas y de sus prosas poéticas sería reiterarnos una vez más en la exquisitez con al que Amando pare sus textos. Si se me permite, me gustaría señalar que me ha parecido ver a un Amando un poco más libre hacia el final del libro y conforme se adentraba en la noche, tal vez el “cansancio” dote al poeta de una perspectiva diferente que yo he saboreado. No por ello reniega de los sonetos como el fantástico [21:31] del que no me resisto a copiar el último terceto:
Sólo siento el frenético aleteo
del pánico durante el abordaje.
Ya he sido encadenado y soy su reo.
Únicamente me queda dar la enhorabuena a Amando por esta desasosegante y, a la vez, redentora obra. También he de dar la enhorabuena y agradecer a la editorial Urania que haya apostado por Amando Carabias María.

1 comentario:

Ana J. dijo...

Magnífica reseña que te lleva de la mano por los versos de este libro que me está atrapando en su inmensa sensibilidad y verdad.
Gracias, Anabel.